Baby merino
La semana pasada fui a pasar el día a Jabugo (Huelva). Era una excursión que teníamos prevista mi amiga Mati y yo desde hace unos meses. Por fin pudieron reunirse todos los factores necesarios (no eran tantos, pero ya sabéis cómo son las cosas a veces) y allá que nos fuimos a pasar el día.
Lo pasé muy bien. Aunque no conocía a todos los que íbamos a estar juntos, me sentí en todo momento como si los conociera desde hacía mucho tiempo. No hizo mucho calor y pudimos dar un paseo por el campo y comer en la terraza de los amigos que nos recibieron allí.
También pasamos un rato en el huerto de Paco. Un lugar precioso, bien cuidado y donde esta urbanita aprendió algunas cosas (además de ayudar a coger las habas que después nos comimos).
Pero allí también tenía animales: gallinas y ovejas.
¡Cómo disfruté! Me decían que parecía una niña con un juguete nuevo. Y es que así me sentía. Tuve la oportunidad de acariciar a unos corderitos de oveja merina y a sus madres (estas se dejaban menos). ¡Qué monísimas!
Mientras los acariciaba no podía dejar de pensar en qué se podría convertir su lana en el futuro: tú serás una suave bufanda, tú una mantita, tú...
Por supuesto, me llevé mis útiles tejeriles, pero con tanta diversión no les hice mucho caso.
Comentarios
Ohh pero qué ternura!!! Me
Enlace permanente Enviado por sagra el Dom, 01/06/2014 - 09:20.
Ohh pero qué ternura!!! Me encanta tu cara de felicidad! En qué estabas pensando, en trasquilarla, verdad? jajaja